DESCUBRIENDO A BUDA
Gely sastre
En el Budismo el objetivo principal es la conquista de la
felicidad personal, y ésta se logra solamente a través del autoconocimiento. En
la medida que vamos conociendo “quienes somos” vamos escalando niveles de
consciencia y vamos tomando control de nuestra vida y por lo tanto de nuestro
destino, vamos alejándonos del miedo, que es lo que nos impide ser felices.
Todos nacemos sin miedo. Los niños no temen a nada, pero como
sociedad les vamos inculcando el miedo desde el primer momento en que existen.
Vamos anulando esa inteligencia natural que traen como principal patrimonio y
la vamos reemplazando por normas, por reglas, por el temor. Crecemos con miedo
a un Dios que ni siquiera podemos explicarnos, crecemos con miedo a una
autoridad que nos es impuesta sin que nadie nos explique sus beneficios,
crecemos con miedo a la muerte sin parar en mientes de que no es más que parte
del proceso vital de la existencia. El miedo perfila nuestra vida, y no nos
favorece ni lo necesitamos; favorece a los demás. El miedo sirve a los sacerdotes, a los padres, a
los dirigentes, a los que guían a los grupos humanos. Ellos necesitan que
tengamos miedo de aquellos símbolos que han creado para dominarnos. Ellos nos
usan a través de miedos inculcados.
Si queremos ser felices, la primera tarea es liberarnos del
miedo, y la manera de hacerlo es explicárnoslo. ¿Por qué tememos a un Dios que
ni siquiera sabemos si existe? ¿Por qué tememos a las normas que nos imponen
los padres, las autoridades, la sociedad? En la gran mayoría de los casos,
nunca nos hemos hecho la pregunta; simplemente crecemos miedosos, y lo que
vamos sacrificando en el camino es la felicidad personal.
Si queremos conquistar la felicidad, debemos conquistar la
libertad. Libertad de pensar, de hacer, de sentir, de vivir la propia vida. La
libertad es la clave para comenzar el proceso del autoconocimiento. No debemos
creer que con meditar basta; debemos meditar conscientemente. Debemos
cuestionarnos, llegar a la raiz de nuestros temores, explicarnos de donde
vienen, y convencernos de que son solamente trampas de la mente. Trampas
impuestas por los demás, a través de prohibiciones, guías, reconvenciones,
ideologías. Son trampas en la que todos caemos, y que solo podremos sortear a
través de un proceso largo y a veces doloroso: la conquista de la libertad.
Preguntémonos, ¿por qué sigo junto a este hombre o a esta
mujer con la que ya nada me ata? ¿Por qué sacrifico lo más preciado que tengo,
mi Yo, para seguir con esta farsa de familia o matrimonio o relación?
Seguramente llegaremos a la conclusión de que estamos en la trampa de la mente:
si conquistamos la libertad perderemos el status social, o el disfrute del
patrimonio. ¿Vale la pena? Esa es la pregunta que todos debemos hacernos y la
respuesta será enteramente personal, pero una cosa es cierta: la respuesta
dependerá del nivel de consciencia que se tenga. Cada cual deberá, a través de
su introspección, saber si está dispuesto a sacrificar el resto de su vida, la
única que tiene, por las convenciones sociales o una casa o un auto lujosos. La
decisión también será personal, y una vez tomada no nos quejemos más: ese es el
sentido de la expresión “cada cual es el arquitecto de su propio destino”.
La libertad es el valor supremo en el Budismo porque es el
que nos define como humanos. Es el valor que nos lleva por el camino de la
felicidad. No es una libertad política porque para el Budismo no existe el
hombre social; es una libertad personal. Pero no es gratis; hay que pagar el
precio del largo camino que nos lleve al autoconocimiento.
Gely sastre
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